
Este informe del INTA Rafaela analiza cómo dos estrategias de manejo impactaron en el rendimiento y la calidad del silaje en un contexto de condiciones climáticas adversas.
Representantes de 25 instituciones vinculadas con el sector lechero bovino que integran la Red BPA se pusieron de acuerdo para definir cuáles son cada una de las buenas prácticas que debería tener un tambo.
NOTICIAS06/04/2021El resultado consensuado se consolidó en una “Guía de Buenas Prácticas Lecheras” que, con 13 capítulos que van desde la gestión del personal y el bienestar animal hasta el manejo ambiental y de residuos, acaba de ser publicado por la Red BPA.
Muchas de las cuestiones contenidas en el documento son conocidas y aplicadas por los empresarios lecheros argentinos, mientras que en otras se establecen recomendaciones bastante precisas que permiten determinar cuán lejos –o no– puede estar una empresa de la situación ideal.
Por ejemplo, en lo que respecta a la viviendo del personal que reside en el establecimiento, además de energía para cocinar, alumbrar y calefaccionar, se considera esencial que se disponga de medios para comunicarse a través de telefonía, internet o bien por medio de la recepción de comunicaciones radioeléctricas.
El ruido durante el ordeño debe medirse y, en caso de ser necesario minimizarse, para evitar problemas de salud como trastornos de sueño hasta daño pasajero o permanente al oído.
El corral de espera debe permitir la circulación segura de los animales y contar con una superficie mínima de acuerdo a la raza (de 1,60 metros cuadrados por vaca para Holando Argentino, mientras que para las Jersey debería ser de al menos 1,20). Los pisos del corral deben ser antideslizantes, sin ser abrasivos y sin zonas deterioradas que dificultan e interrumpen el movimiento de los animales.
Los comederos deben garantizar un frente de 70 centímetros por vaca para asegurar el acceso de todos los animales a su ración diaria. Los bebederos deben estar dimensionados de modo tal que posean un frente de 15 a 20 centímetros por animal, con un caudal de llenado de 10 a 20 litros/minuto o que ofrezca a cada animal entre 100 a 150 litros/día.
Se debe analizar periódicamente la calidad del agua (parámetros microbiológicos, químicos y físicos). Los análisis deben efectuarse en laboratorios acreditados y los resultados deben documentarse comparándose con valores de referencia.
Se aconseja disponer de sombra a una altura mínima de 3,5 metros (considerar 0,5 metros más si el techo es de chapa) que cubra la totalidad de la superficie del corral de espera. La superficie con sombra disponible en los corrales se determina en función del número de animales alojados (con un valor mínimo: 3,5 metros cuadrados por animal).
La guachera debe contar con alambrado perimetral para evitar el ingreso de animales o personas ajenos al sector de la guachera, además de ofrecer reparo y/o sombra estacional o permanente contra las condiciones climáticas adversas y el estrés calórico.
La instalación de ordeño debe diseñarse y dimensionarse de manera tal que permita que el ordeño del rodeo no se extienda por un período mayor a dos horas.
La cantidad de bajadas (unidades de ordeño) se define en función de la cantidad de vacas en ordeño, con una relación óptima de 12 vacas en ordeño por bajada. En el caso de instalaciones rotativas, se puede considerar mayor cantidad de vacas por bajada.
Si la relación entre vacas en ordeño y bajadas es mayor a 12, se recomienda contar con otro equipo de ordeñadores, con el objetivo de que cada equipo de personas no supere las dos horas consecutivas de tareas de ordeño. “Esto es importante para evitar que el cansancio afecte la atención de las personas lo que mejorará la detección de problemas, evitará errores y accidentes laborales”, indica el documento.
En lo que respecta a las madres, es necesario evaluar la condición corporal a partir del secado, que debe mantenerse un rango de 3,0 a 3,5 en una escala de 1 a 5. “Este aspecto determinará que en una vaca con pobre condición su ternero sea más débil y en aquellas cuya condición es superior a la deseada, presenten más riesgo de enfermedades metabólicas (cetosis)”, explica.
Se indica también que el tambo debe poseer un sistema para la gestión de los purines, que disponga de las fosas/lagunas necesarias para su almacenamiento hasta el momento de su aplicación o derivación a su destino final (por ejemplo agua reutilizada para lavado de los pisos, sólidos usados como fertilizantes).
La Red BPA diseñó un test de autoevaluación para que los tamberos puedan evaluar su estado de situación en cada uno de los ítems. Se puede acceder al mismo aquí.
Aquí se puede ver el documento completo.
Entre las instituciones que participaron en la elaboración de documento se incluyen la Dirección Nacional de Lechería, Senasa, INTA, CREA, Fauba, Fundación para la Promoción y el Desarrollo de la Cadena Láctea Argentina (Funpel), Centro de la Industria Láctea (CIL) y SRA, entre otras.
Fuente: Bichos de Campo
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