
Este informe del INTA Rafaela analiza cómo dos estrategias de manejo impactaron en el rendimiento y la calidad del silaje en un contexto de condiciones climáticas adversas.
La remediación de los suelos contaminados, el uso de residuos orgánicos de la agroindustria, como fertilizantes y mejoradores de la calidad del suelo, y la implementación de camas biológicas para evitar la contaminación en la gestión de agroquímicos, son algunos de los ejemplos más virtuosos y destacados del enfoque bioeconómico aplicado al agro. En el marco del Día Mundial del Medio Ambiente, que se celebra el sábado 5 de junio, el INTA hace hincapié en la bioeconomía, como parte de las estrategias de desarrollo hacia el futuro, ante la necesidad de ser más eficientes en la productividad agropecuaria.
En su Plan Estratégico Institucional (PEI 2015-2030), el organismo define a la bioeconomía como la convergencia de todas las nuevas tecnologías hacia modelos productivos más sostenibles, desde el punto de vista social, económico y ambiental, que lleva a un uso más eficiente de los recursos naturales
En este sentido, Carlos Parera –director Nacional del INTA– expresó: “La bioeconomía no es un concepto nuevo, pero para el INTA es relevante, por eso lo tomamos como un driver por la necesidad de ser más eficientes en la productividad agropecuaria argentina”. Y en esa línea, agregó: “Tenemos los conocimientos suficientes y la capacidad institucional para aportar fuertemente a un mejor uso de los recursos. En este sentido, la bioeconomía es un concepto importante para el enfoque que le estamos dando a la innovación”.
“El desafío institucional, en materia de bioeconomía, está dado principalmente por la incorporación del concepto a todas las actividades de investigación que realiza nuestra institución”, aseguró Parera quien enfatizó que es un aporte al sistema agropecuario, agroalimentario y agroindustrial para tener una producción cada vez más eficiente, eficaz y respetuosa del medio ambiente.
“La bioeconomía, como estrategia para el desarrollo territorial, debe orientarse tras los objetivos de desarrollo sostenible”, indicó Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales (CIRN) del INTA.
En esa línea, Mercuri hizo hincapié en la importancia de pasar de “diagnosticar, evaluar y responder de manera reactiva ante situaciones que afectan al ambiente, a iniciativas proactivas que involucran remediación, regeneración, restauración y reparación de los ambientes naturales a causa de la afectación que genera el uso antrópico”.
Iniciativas como el mapeo de la dinámica del uso y la cobertura del suelo, el diseño de sistemas de producciones neutrales o positivos en el balance de carbono, son ejemplos concretos de algunos de los objetivos estratégicos actuales del INTA.
“Trabajamos en la remediación de suelos contaminados, la utilización de residuos orgánicos de la agroindustria como fertilizantes y mejoradores de la calidad del suelo y la creación de sistemas de alerta temprana ambiental”, ejemplificó Mercuri y agregó: “También en nuevos enfoques, como la evaluación del impacto ambiental-ecotoxicológico de determinados agroquímicos y las recomendaciones de manejo para la preservación y la gestión de la biodiversidad”.
Uno de los casos destacados que aborda el CIRN es el estudio de las camas biológicas o biobeds, que consiste en una tecnología simple, económica y de fácil mantenimiento que permite la preservación del ecosistema, el cuidado de la salud humana y el cumplimiento de las nuevas exigencias que demanda el mercado nacional e internacional, bajo el principio de bioprofilaxis.
Por su parte, Parera citó la experiencia transformación de un residuo contaminante en un aditivo nutricional. En el INTA Rafaela –Santa Fe–, un equipo de especialistas trabaja en la transformación del suero desproteneizado, que es un subproducto contaminante para el ambiente, en un aditivo nutricional, o como un derivado para la producción de plásticos biodegradables.
La Argentina presenta una dependencia de los combustibles fósiles (petróleo, carbón y gas natural) cuyos valores superan el 85 % de la matriz energética primaria nacional. En este sentido, el desarrollo de la bioenergía distribuida de manera federal es una herramienta estratégica para el impulso de la bioeconomía en el país, especialmente en aquellas regiones a las cuales el suministro de energía eléctrica o de gas no llegan, son escasas o de mala calidad.
Los ejemplos abundan en cada una de las líneas de trabajo. En cuanto a la reutilización, el INTA cuenta con una plataforma de bioenergía. “Sabemos que las producciones agropecuarias y el desarrollo agroindustrial generan una gran concentración de masa residual que puede ser utilizada con otros fines, como es el energético”, señaló Parera y agregó: “Transformamos un pasivo ambiental en un activo económico de gran importancia estratégica”.
Una mirada prospectiva
De acuerdo con Diego Gauna, del Centro de Investigación en Economía y Prospectiva (CIEP) del INTA, “la producción de bioenergía basada en cultivos o en sus residuos, la producción de bioplásticos, los procesos de bioremediación para la recuperación del ambiente, entre otras aplicaciones, son hoy una parte central de la bioeconomía moderna, que es transversal a todos los sectores de la economía”.
De hecho, el CIEP acaba de concluir un proyecto de investigación sobre la prospectiva de la bioeconomía argentina, elaborado por un consorcio de especialistas integrado por profesionales del INTA, del INTI, de la Universidad Nacional de Salta, de la Universidad Nacional de Nordeste y de la Universidad Nacional de Santiago del Estero.
En dicho documento explican que actualmente existen tres elementos centrales del enfoque bioeconómico, que son comunes a la mayoría de las estrategias de los países y que reflejan la evolución que tuvo el concepto de bioeconomía en los últimos 30 años: la sustitución de recursos fósiles por recursos renovables de origen biológico en todas las etapas de la producción; la innovación tecnológica en las ciencias de la vida y en la biotecnología; y los principios de la economía circular, que llevan a la optimización de las redes de valor de la bioeconomía y a la minimización de desperdicios y de residuos.
Para países como la Argentina, la distribución territorial de la biomasa y los problemas históricos de infraestructura y costos de transporte interno pueden actuar como un incentivo para promover esquemas bioeconómicos de naturaleza circular, por medio de plataformas territoriales de biorrefinerías (las cuales pueden ser de escala grande, mediana o pequeña).
De todos modos, Gauna advirtió que la bioeconomía no es inherentemente sostenible y, por ende, es necesario “pensar la sostenibilidad de la bioeconomía”. Y agregó: “La expansión sostenible del uso de la biomasa implica preservar y regenerar el capital natural para las futuras generaciones, por lo cual es un tema estratégico para el desarrollo futuro del país”.
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