Cunicultura, una actividad con altísimo potencial pero que no despega

La experiencia de santafesinos que no se rinden y que apuestan al embutido y chacinado de conejo, a exponer sus virtudes y a sembrar futuros emprendedores

HISTORIAS 15/05/2023 REDACCIÓN REDACCIÓN
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“En Argentina, la cadena en sí es el problema” aseguran desde el sector. Desde 1998 entró en vigencia la ley 23.634, que declara de “interés nacional y prioritario la promoción, fomento y desarrollo de la cunicultura”. Hoy los eslabones de la cadena están “desgastados, oxidados y sin relación” confiesan. Inversión relativamente baja, productividad alta, posibilidad de agregado de valor al grano. ¿Por qué la actividad no despega?
Uno. Una producción “atomizada” con muchos pequeños emprendimientos de “traspatio” (autoconsumo, de muy baja escala) impide darle volumen a la oferta. En Santa Fe, no existen asociaciones ni cooperativas que agrupen a los productores. Fueron realidad pero se fueron desvaneciendo. “Muchos tienen un conejo en su casa pero no está registrado” explican. La informalidad es una de las características.
Dos. Los cunicultores describen: “Desde la industria te dicen que le des volumen y te arman un frigorífico pero si no hay frigorífico cercano, el productor no se anima a armar volumen, es un diálogo de sordos”.

Un informe de la Dirección de Porcinos, Aves y Animales de Granja de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación al que tuvo acceso Agroclave (los últimos datos disponibles son del primer trimestre de 2022), brinda algunos datos oficiales del sector. De enero a marzo, en Argentina se habían faenado tan sólo 329 cabezas (33% menos que igual período de 2022).

Son 7 los establecimientos habilitados para “tránsito federal” en la faena de conejos. De esos, tres estuvieron activos. Se encontraban en Buenos Aires y Córdoba. No abundan las salas o frigoríficos para pequeños animales disponibles para el conejo con permiso local o provincial. En definitiva, alcanzar un lugar habilitado para faenar, “es más caro que la mercadería en sí” sacan cuenta en el rubro.

Tres. Mercado interno minúsculo. Es difícil llegar a un registro pero en el “Manual de Cunicultura para Escuelas Agrarias de la provincia de Buenos Aires”, se resalta que “en base a estimaciones de faena no registrada”, el consumo estaría “entre los 15 a 30 gramos/hab./año”. A nivel mundial, el promedio llega a 300. El mascotismo, el poco conocimiento de las virtudes de la carne, la falta de hábito y el precio en góndola explican “este bajo entusiasmo de llevar carne de esta especie a la mesa” explica Alejandro Galbusera, miembro de la comisión directiva de la Sociedad Rural de Rafaela. 

 

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Según el informe oficial, en 2021 se faenaron 22.061 cabezas en los establecimientos con habilitación nacional, provincial y municipal. Según el estudio de Nación, desde 2013 no se registran exportaciones de carne de conejo.

Desde Lucio V. López un emprendimiento familiar apuesta a la elaboración de embutidos de conejo. Desde la Agrotécnica de Casilda, se busca “sembrar” futuros cunicultores. Desde la Rural de Rafaela se le brinda un espacio cada vez mayor en sus exposiciones anuales. Santafesinos que buscan conectar y volver a enlazar los eslabones de una cadena con muchas potencialidades.

En Rafaela
Galbusera es médico veterinario y es presidente de la subcomisión de aves, conejos, ovinos y caprinos de la SRR. Desde 2017 es responsable del área de Granja en las Expo Rafaela. “En 2022 logramos ingresar 50 conejos. Un muy buen número, con un muy buen jurado”. Por su ubicación en el corazón de la cuenca lechera, Rafaela apunta principalmente al sector tambero. Pero el espacio para las producciones alternativas va creciendo en las últimas ediciones (aves, equinos, porcinos, apícolas, ovinos, caprinos): “Podríamos llegar a 100 ejemplares de conejos este año, ese es el desafío” se entusiasma.

Analizando lo que ocurre en el sector, Galbusera describe: “En la cunicultura siempre pasó lo mismo: se incentivó la producción con créditos blandos. Se armaba. Cuando estaban todos elaborando, surgía la pregunta: ¿dónde faenamos? Todos al frigorífico habilitado más cercano. Se saturaba. Bajaba el precio o no recibía: Siempre se desarmaba en algún lado de la cadena: la industria, el consumo, el precio del alimento”, explica.

Ventajas infinitas
Desde el sector se asegura que las potencialidades de la cunicultura “son infinitas”. Según un estudio de la Universidad de La Plata, la carne de conejo tiene propiedades nutricionales excelentes. Es baja en grasas (6 veces menos que la vacuna), en calorías, en sodio, en ácido úrico y purinas. Bajos porcentajes de colesterol: 50 mg cada 100 gramos (vacuna: 105mg/100 g). Rica en proteínas, vitaminas (naicina y B12) y minerales (hierro y calcio). Buenas proporciones en magnesio, potasio, vitamina B6, vitamina E y ácido fólico.

 
“Tiene un mercado puntual que espera pero ¿dónde faenas?” se pregunta el especialista. En el caso de Rafaela, citó, “puede montarse una boca de carnes alternativas ya que “habría demanda y eso implicaría que alguien se anime a criar”. Pero para llegar al frigorífico más cercano habilitado se tienen que recorrer 400 kilómetros. “¿Cuántos conejos necesitas llevar para amortizar semejante traslado? ¿2000? ¿3000?”, dijo. Y además hay que armar la estructura papara que en un momento el frigorífico “te diga no quiero más”, describe con crudeza.

El profesional aclaró que “tampoco es necesario” montar una gran estructura: recepción, sala de faena (sucia, limpia) y otra de enfriado (no es necesaria una cámara). “Podés armar otra salita para despiece y envasado”, agregó.

La posibilidad de los subproductos: “las orejas para gelatina; del hígado, corazón o pulmones para paté, del cerebro, los laboratorios extraen la hormona de protrombina (el factor de se usa en intervenciones quirúrgicas del humano para conocer el tiempo de coagulación del paciente). Antes se vendía la piel que podría servir para tapizado o franela”, enumera Galbusera. El guano para el abono, gazapos como mascotas son otras alternativas.

Otra ventaja: la alimentación se encuentra “a la vuelta de la esquina”. La materia prima para el balanceado se “fabrica” por estas tierras: cebada, maíz, sorgo, avena trigo, algo de alfalfa. “Hoy los precios están muy elevados pero el producto es de acá”, señalan.

Alta productividad, otra ventaja. Es sabido: “La cadena de producción se arma rápido, una coneja, a los ocho meses está para darle servicio. Cada 30 días realiza una parición múltiple” (alrededor de 11 crías por parto). Según la FAO una coneja de 4,5 kilogramos puede producir hasta 180 kilos de carne por año. En sólo 80 días se puede llegar al peso ideal de faena (2,5 kg).

Galbusera sintetiza: “Es una alternativa espectacular, no hay techo. Es necesario brindar las herramientas que ayuden al crecimiento de las carnes alternativas. Tiene todas las ventajas, pero no arranca, no está la estructura armada alrededor, no está la cadena de comercialización. El mercado impide que alguien se anime a dar el salto”.

Embutidos de conejo
Comenzaron en 2002 con unas 20 madres. En 2004 se unen a la Asociación de Criadores de Conejos de Carcarañá. “La idea tenía que ver con la posibilidad de venderle volumen a los frigoríficos”. Altos costos y caída del precio de ventas, hicieron que muchos emprendimientos cerraran”. La asociación se disolvió “al igual que la de Cañada de Gómez, la de Amstrong”.

La que cuenta la historia es Marta Bejarano. Junto a su marido Ariel Rasseto le dieron vida en 2018 a Yamelex. La marca lleva el nombre de sus hijos. Y es la esencia del producto: “Es un emprendimiento productivo que contiene historia de familia”. Elaboran chacinados y embutidos de conejo en un establecimiento de zona rural de Lucio V. López.

Era la única manera de sostener el negocio. “No nos daban los números y a la vez teníamos toda la infraestructura, los galpones, las jaulas, etc”. Deciden aprovechar la experiencia que “nos enseñaron los abuelos” en la elaboración de chacinados de cerdos. Luego de algunas pruebas, encuentran el punto justo para la producción de salame y bondiola de conejo. “Los productos estrellas del lugar”. También elaboran empanadas, hamburguesas, conejo trozado, deshuesado o entero.

Ingresan al Programa Provincial “Santa Fe Expone” (hoy Productos de Mi Tierra). “salimos a ferias y exposiciones en Santa Fe, fuimos a Caminos y Sabores en Buenos Aires”. Participaron en Agroactiva. “Hoy el problema son los costos. El programa te cubre el stand pero ni el alojamiento ni el viaje: si nos movemos, vamos a un lugar cerca” cuenta Marta.

En algún momento llegaban con los Almacenes de Quesos a Rafaela, Avellaneda, Venado Tuerto pero “el traslado se hizo imposible. Tuvimos que dejar esos canales”.

Con el apoyo del programa pudieron adquirir una envasadora al vacío. Los productos los elaboran en una sala con habilitación municipal. A comienzos de 2020 llegaron a tener 90 madres. Pero con la pandemia tuvieron que reducir el plantel. Hoy apenas llegan a 40. “No había ferias donde ofrecer el producto, el precio de los alimentos aumentaba, se hizo insostenible”.

En Totoras funcionaba un frigorífico dedicado a la faena de conejos y subproductos “pero hace poco más de un año cerró” cuenta Marta. Hoy están realizando los trámites para poder faenar: “Es la única que nos queda”.

En el establecimiento realizan la cría y engorde “Los últimos reproductores los conseguimos en Cruz Alta (Córdoba). Es complicado también encontrar ejemplares”. Cuando estaba la curtiembre en Rosario, aprovechaban la comercialización de cuero. Hoy sólo colocan la cabeza del animal, que lo adquiere un laboratorio. “No hay mercado para los demás” explica Marta.

Para ella también “falta darle impulso” al sector. “En un principio todo el mundo empezó a criar conejos. Hoy, en esta zona, los únicos que tenemos habilitados un criadero somos nosotros”.

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Sembrar cunicultores
La Escuela Agrotécnica «Lib. Gral. San Martín» fundada en Casilda en 1900. Hoy es una establecimiento secundario. Depende de la UNR desde 1982. Sus alumnos se reciben de Bachiller en Ciencias Agropecuarias (5 años) o Técnico en Producción Agropecuaria (6 años). En primer año está la materia “Manejo y Cuidado Cunícola”. Gustavo Ábalos es el profesor a cargo. Desde hace 27 años es docente en la escuela. Empezaron con un pequeño módulo de 5 conejas madres. En la actualidad tienen 18 madres y dos machos. Californianos y neozelandeses: “Los alumnos recién salen de la escuela primaria. Quizá es una materia que está un poco desaprovechada. Yo siempre digo que es un módulo didáctico improductivo”. Y explica: “Son grupos de más de 20 alumnos. Los animales se estresan con facilidad y lo manifiestan en la producción”. ¿Cuál es la meta de la materia? “me interesa que el alumno tenga los conocimientos para comenzar con un emprendimiento en su casa. Es decir, brindarle las herramientas necesarias para el manejo de un pequeño criadero. Y he encontrado respuesta”.

La producción que logran se destina al comedor de la escuela. Durante la pandemia se cortó. No se podía colocar afuera porque no tienen una sala de faena habilitada. Se tuvo que volver a empezar: en 2021 adquirieron animales nuevos “y el año pasado pudimos volver al nivel prepandemia”.

Al analizar la realidad del sector, Abalos describe “En esta zona no quedó ningún criadero. En Casilda existió un frigorífico que faenaba pequeños animales. Se armó un grupo de productores, había un lugar donde colocar al animal. Pero después cerró y se fueron yendo de la actividad” cuenta el profesor.

Abalos realiza una encuesta casera para conocer el nivel de consumo. Todos los años le pregunta a sus alumnos quién comió conejo alguna vez: “Se miran uno con otro: jamás!!! es la respuesta prácticamente unánime. A su vez, los chicos me piden algún conejo para mascota. Jamás!! les retruco: me interesa difundir el consumo de carne con sus propiedades. Si lo tenés de mascota, nunca vas a comer conejo”.

Gustavo plantea cuatro ejes a tener en cuenta para comenzar un emprendimiento productivo a pequeña escala: “primero, las instalaciones deben ser adecuadas. El animal debe estar cómodo. Segundo, la higiene. En la escuela vacunamos dos veces al año contra la mixomatosis. Todo lo manejamos con higiene y limpieza. Esto evita varias enfermedades y bajan los costos al no aplicar medicamentos. Tercero, la alimentación debe ser lo más nutritiva posible. Soy partidario del balanceado, aunque muchas veces no se puede por los costos (representa alrededor del 80% del costo de producción). Cuarto punto, la genética”. Otra recomendación es “empezar de a poco para ir agarrándole la mano. Si no tenés las instalaciones adecuadas y las conejas empiezan a parir, llega un momento en que no sabés donde colocar los conejos. Se debe pensar con tiempo, adquirir experiencia con la práctica. Y el manejo es fundamental” recomienda.

Abalos cuenta que aprovechan los residuos del conejo: “Hacemos compost con los desechos de las aves y de los conejos para la huerta de la escuela”.

El profesor se entusiasma y explica que la escuela “está detrás de un proyecto desde hace años. Consiste en la construcción de una sala de faena para pequeños animales de la institución pero que a la vez “abre la posibilidad de brindar un servicio a la comunidad para que tenga un lugar habilitado si se piensa en producir”. Pero es complicado poder concretarlo. “Sería una buena señal para quien quiere emprender en la región”.

Por último, Abalos resalta: “es una linda actividad. En algún momento debe despegar. Hay que seguir apostando a que nazcan estos retoños de los futuros cunicultores que es lo que estamos sembrando”.

FUENTE: AGROCLAVE (Iván Garbulsky)

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